FIESTA DE SAN VICENTE DE PAÚL


¡VOLJUVISTAS! “EL AMOR ES INVENTIVO HASTA EL INFINITO”

A partir de estas reflexiones deseo muy especialmente que cada uno de ustedes se sienta agradecido por el camino recorrido con la Familia Vicentina, se sienta bendecido en el Movimiento y se sienta llamado a renovar su compromiso cristiano. Estoy convencido que San Vicente de Paúl en esta fiesta del AÑO JUBILAR, en este AÑO DE GRACIA PARA TODOS LOS VICENTINOS, los felicitaría por dejarse amar por Cristo y poner sus vidas en sus manos; los felicitaría por su compromiso como Voljuvistas en el servicio a los pobres y en el anuncio del Reino de Dios; los felicitaría por unir sus manos y toda su disponibilidad, energía y entusiasmo para caminar juntos y construir un mundo nuevo; los felicitaría por el amor que le manifiestan a la Familia Vicentina y por querer vivir un carisma que nació del Evangelio; los felicitaría por lo que son (con sus defectos, debilidades, pecados) pero que precisamente por su presencia manifiestan el deseo vivo y constante de conversión. Unido a todo esto, también estoy convencido que San Vicente los invitaría personalmente y como Voljuvistas a:

1. Darse a Dios para servir a los pobres: Tener siempre presente que Dios mismo nos ha manifestado su amor a través de su Hijo Jesucristo. La iniciativa viene de Dios, es Él quien se nos da el primero. A nosotros nos toca responder a la iniciativa divina, preparándole un lugar en nosotros mediante la humildad, vaciándonos de nosotros para llenarnos de Dios. Nos corresponde amar a Dios “pero que sea a costa de nuestros brazos, que sea con el sudor de nuestra frente” (SVP), es decir, no contentándonos con hacer única y exclusivamente lo que nos toca sino esforzándonos en lograr cada día más la perfección; se trata de pasar del amor afectivo al amor efectivo para que nuestra experiencia espiritual desemboque en un compromiso social concreto. El sudor de la frente hace de ustedes, jóvenes entregados, sacrificados, luchadores, emprendedores, generosos. Un joven que esté en el Movimiento pero que no haga nada o espere que todo se lo sirvan en bandeja, es un joven destinado al rechazo de los otros, al aislamiento, a la soledad, y, podríamos afirmar que destruye su vida. San Vicente decía además:“De la abundancia del corazón habla la boca; de ordinario, las acciones exteriores son un testimonio de lo interior; los que tienen verdadera caridad por dentro, la demuestran por fuera. Es propio del fuego iluminar y calentar, y es propio del amor respetar y complacer a la persona amada” (Cfr. SVP XI, 556). Todo cuanto hagamos es una manifestación real de lo que somos o de lo que llevamos dentro. No podemos engañarnos pensando en que podemos aparentar por un tiempo; no, esta no es una actitud evangélica. Se trata de una gran coherencia que tenemos que aprender a adquirir y sobre todo a poner en práctica. Tener verdadera caridad significa mantener puesta nuestra mirada en Dios para ser imagen viva de su amor; significa escuchar su voz y dejarse hacer por su voluntad; significa cargar con los sufrimientos de su Hijo para gozar de su gloria en la eternidad; significa vivir cada día no solo para sí mismos sino para el bien y servicio de los demás. Es necesario volvernos susceptibles ante los sufrimientos del prójimo y sus miserias, y rogar a Dios que nos dé el verdadero espíritu de compasión y de misericordia, que es el espíritu propio del Padre. San Vicente estaba seguro que los pobres eran los preferidos de Dios y que todos aquellos que les sirvieran y amaran, también serían amados por Él.

2. Ser testigos del amor de Jesucristo (Leer Jn 15, 9-15): Ámense los unos a los otros, como yo los he amado: he ahí el mandamiento divino por excelencia.

Hemos sido testigos de ese amor manifestado por Jesús a cada uno en particular y a la humanidad en general. Cristo nos amó primero; ahora nos invita a que seamos discípulos del amor. El amor que conduce al perdón, que conduce a la vida, que abre nuevos horizontes de encuentro y de solidaridad, que rompe muchas barreras y nos permite vivir la unidad que viene del Padre y del Hijo y que se nos comunica a través del Espíritu. La Iglesia como “comunidad de amor”, está llamada a reflejar la gloria del amor de Dios que es comunión, y así atraer a las personas y a los pueblos hacia Cristo. No nos demos el lujo de ser atractivos, de ser dinámicos, etc; seamos sobre todo jóvenes atrayentes, es decir, que así como Cristo atrajo a los discípulos para enviarlos a misión, así también nosotros atraigamos a todos los hombres hacia Cristo para que se comprometan con Él y con su Evangelio.

Para que participen en mi alegría y su alegría sea completa: Aparecida nos dice que “en el encuentro con Cristo queremos expresar la alegría de ser discípulos del Señor y de haber sido enviados con el tesoro del Evangelio. Ser cristiano no es una carga sino un don. D.A. 28. Esa alegría es pues signo de un verdadero encuentro con el Señor; es signo de un deseo profundo de servirle a Él y en Él a mis hermanos; es signo de paz interior y de plenitud; es signo de una gran fe y de una gran esperanza porque esa “alegría completa” se dará el día de nuestra propia resurrección. Debemos abandonar esas caras largas que solo hablan de desesperanza, de desaliento, de aburrimiento, de un sin sentido de la vida. No se trata de estar “pelando el diente” a toda hora pero sí de presentarse con un rostro agradable, pleno, pacífico, esperanzador, alegre, etc. Esta es la misión del Voljuvista, alegrarse en el Señor y transmitir esa alegría de seguirlo y de servirle.

Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando: cumplir la Voluntad del Señor es una de las principales características del verdadero vicentino. Nuestro Santo Fundador no hacía nada sin contar antes con la Divina Providencia. Debemos sentirnos llamados a “ser” para el Señor y no para nosotros mismos. A ejemplo de Jesús que vino a hacer la voluntad del Padre, dispongámonos a asumir el estilo de Jesús, en otras palabras, “Ser otros Cristos”. En Jesús, vemos a Dios de rodillas delante del hombre para lavarle los pies; en Jesús, Dios se presenta como servidor de cada persona; en Jesús, todo hombre es reconocido, amado, transformado y comprometido. ¿Cómo no amar a ese Dios vivo, cercano, humilde y Salvador?

3. Vivir la Comunión y la fraternidad: La vida de por sí es ya un gran don del Padre Creador y como tal posee un valor infinito, pero ésta se acrecienta dándola. Estamos llamados a gastar nuestra vida en bien de los demás; a compartir con el otro las bendiciones recibidas; a pensar en el otro y sobre todo en el más débil; a amar al otro sin condiciones ni ataduras, es decir, con plena libertad; a esperar con el otro aún en medio de sufrimientos y dificultades; etc. Indudablemente tenemos que comenzar por nuestro Movimiento haciendo que la vida sea realmente vida en comunión. La comunión se puede lograr cuando se dan relaciones de verdaderos amigos y hermanos, cuando cada uno está siempre abierto al diálogo y a la escucha, cuando se corrige con sencillez y se aceptan con humildad los errores, cuando se ayuda a levantar aunque el otro haya caído varias veces, cuando a una sola voz se eleva la misma alabanza y la misma acción de gracias.

4. Perseverar en el Movimiento: Perseverar en el Movimiento porque es el Señor quien los ha llamado a hacer parte de él, a hacer parte de una Familia que Él mismo ha formado y ha hecho con su mano omnipotente. Perseverar en el Movimiento porque el Señor los ha llamado para que ustedes jóvenes no se queden con las manos cruzadas frente a una situación de pobreza, de abandono, de miseria, sino que entre todos puedan aliviar el peso del sufrimiento y puedan remediar a tantas necesidades de nuestros hermanos; recuerden lo que leemos en un plegable voljuvista: “Hoy no queremos estar ajenos a la situación del país. La realidad concreta de nuestros hermanos más vulnerables nos hace renovar constantemente nuestra opción de jóvenes, conmovidos, aquí y ahora; así que nos encontramos organizados en comunidades, esparcidas por la geografía nacional, asistiendo y promoviendo amigos nuestros en ancianatos, escuelas, guarderías, comedores, en las calles y en todo lugar. Perseverar en el Movimiento porque es necesario comunicar la experiencia del encuentro con el Señor; qué bueno sería si en sus reuniones se dedicara un momento especial a compartir la vida en Dios y los frutos de esta relación íntima con Él.

Ya para terminar, los invito, como los invitaría San Vicente de Paúl, a hablarle al mundo del carisma, del Movimiento, de la Familia Vicentina y a que lo hagan con su oración, con su testimonio, con su servicio, con su vida sacramental, con su amor. Muchas bendiciones para todos.

¡FELIZ AÑO JUBILAR EN EL SEÑOR,

EN SANTA LUISA DE MARILLAC Y EN SAN VICENTE DE PAÚL!

P. Carlos Arley Cardona S., C.M.

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